2 de abril de 2011

ILUMINACIÓN DEL VEHÍCULO... ¿SEGURIDAD ACTIVA?

Tras la modificación del Reglamento General de Vehículos mediante la orden PRE/52/2010, de 21 de enero, dejó de ser obligatorio llevar un juego de lámparas de repuesto del alumbrado del vehículo, debido a la complejidad en su sustitución, derivada de complicada ubicación en el interior del espacio del motor, su inaccesibilidad, y también dificultad en los mecanismos de sustitución. Desde hacía tiempo se había mostrado una flexibilidad en la denuncia de estas infracciones, porque los vehículos modernos, por construcción, hacían la misión de reponer la lámpara fundida prácticamente imposible. Evidentemente, muchos conductores, para evitar la denuncia, aludieron estas circunstancias con cierta picardía, lo que incrementó y fortaleció considerablemente el criterio de no denunciar.

La evolución en los sistemas de iluminación, en lo que se corresponde con una mejora en la seguridad activa, la influencia de nuevos reflectores y tipos de lámpara han proporcionado un incremento en la visibilidad y calidad, y por consiguiente, seguridad vial, permitiendo un alcance más selectivo y maejor campo de visión, y una visibilidad con mayor antelación de los obstáculos o incidencias en la vía.

Sin embargo, los constructores de vehículos modernos han estudiado al máximo el espacio disponible en el vehículo para el motor, y poder incluir en ellos todos los elementos que hacen de la mecánica una combinación inimaginable de piezas con componentes electrónicos; y al mínimo el espacio para poder cambiar la lámpara.

Siempre es positivo avanzar hacia una mejoría importante en la calidad de la lámpara y el alumbrado que dispensa, pero, ¿a qué precio?.

Las antiguas lámparas tenían una alta tolerancia a la manipulación sin temor a que se dañara y el espacio disponible era adecuado para la sustitución con un nivel de complicación bajo. Las lámparas halógenas actuales tienen una manipulación comprometida, en la que hay que evitar dañarla para que sea útil. Cualquier error, es un gasto perdido. Por otra parte, los espacios reservados a la ubicación de las lámparas y su manipulación, han sido reducidos hasta tal extremo que en muchos casos hay que quitar la batería (u otros elementos), o desmontar el paragolpes delantero. Nuestras manos, de usuarios preocupados por la seguridad activa, no caben por ningún sitio. Ello conlleva sistemáticamente que para poder reponer una lámpara necesitamos ir a un taller, o hacer un curso intensivo para aprender a cambiarla con mucho tiempo y paciencia.

Cuando la tendencia es mejorar y evolucionar en seguridad para los vehículos, los fabricantes diseñan vehículos en los que cambiar una lámpara es misión imposible, exceptuando que se haga en su taller, hecho que ya de antemano recomiendan por la complejidad y cantidad de elementos que hay que desmontar, insinuando una comodidad para el cliente porque no tiene que perder tiempo en aprender a cambiar la lámpara y porque le resultaría muy difícil.

¿Cuánta seguridad se pierde por este hecho, en nuestras vías, cada día?.

La influencia de la iluminación en la seguridad vial es fundamental, sobre todo en horarios en los que la luz diurna es insuficiente, e incluso con ella también por el posicionamiento en la vía y la visión a una mayor distancia, de los vehículos que circulan en sentido contrario, es decir, ver, y ser vistos. Estadísticamente, los accidentes con peores resultados se producen en horario nocturno, y por ello la repercusión de la visibilidad adquiere una importancia capital. Circular con el vehículo y una iluminación adecuada, es más seguro que hacerlo a medias, tanto con alguna lámpara fundida, o con un mantenimiento insfuciente por la altura del haz de luz.

Las inspecciones técnicas detectan gran cantidad de fallos en los sistemas de iluminación, que han de ser corregidos. El origen de estos defectos puede estar tanto en el descuido, como en la falta de motivación para ir a un taller a repararlos, por el coste que supone en mano de obra, desmontaje y montaje de piezas. La diferencia de hacerlo en un taller, a que podamos hacerlo por nosotros mismos, implica una reducción de costes que se limita al precio de la lámpara. Exceptuando los faros de xenon, cuya manipulación y tratamiento crea mayores dificultades y riesgos, y cuya presencia en el mercado está a un nivel muy bajo aún; el resto de lámparas halógenas difieren en coste de adquisición en las tiendas de repuesto en una cantidad importante con respecto a lo que se paga en los talleres por la reposición y aportación de mano de obra.

Para un usuario medio, llevar el vehículo al taller a que le cambien una lámpara supone un coste económico que podría ser innecesario, produciendo en muchos casos un efecto despreocupado, porque cuesta dinero. Si la lámpara pudiera ser cambiada por el propio usuario, la diferencia es que solo pagaría el coste de la misma.

La iluminación de un vehículo es una inversión en seguridad vial, por la visibilidad que aporta al conductor en los espacios seguros en los que su campo de visión le permite ver en los distintos puntos de la vía y otros usuarios, y es importante no solo para dicho conductor, sino para la repercusión y extensión en seguridad hacia otros usuarios de las vías. Si el acceso a la reposición de una lámpara fuera igual que en nuestro pasado reciente (no digo la sensibildiad de las lámparas en su manipulación, sino la accesibilidad en su colocación con espacios adecuados), existiría una mayor precupación individual por realizar el cambio adecuadamente en el mismo momento que se tiene conocimiento de ello, disponiendo, claro está, de los repuestos correspondientes. La sensibilidad de las lámparas al deterioro, es directamente proporcional al espacio disponible para manipularla en los recovecos del motor y poder colocarla cómodamente. Hay que hacer un curso de especialización si queremos cambiar por nuestra cuenta una simple pero efectiva lámpara, que aporta muchísima seguridad activa en el tráfico.

Hechos que anteriormente eran sancionados, hoy día, como consecuencia de las dificultades impuestas por los constructores, se han eliminado.

¿Cómo es posible que tanto se investigue en seguridad vial para los vehículos, y tanto perdamos en el simple gesto de cambiar una lámpara, con la extensa repercusión que conlleva?

La seguridad vial ha de estar al servicio de los usuarios, y no a la economía de los constructores. No es comparable económicamente que un usuario pueda cambiar una lámpara sin necesidad de ir al taller (se ganaría en inmediatez y reposición automática); que hacerlo en el mismo (genera mayor pasividad y demora).

Sería más efectivo en todos los extremos que los constructores siguieran manteniendo libre el espacio para cambiar las lámparas en lugar de condicionarnos y recomendarnos desde el momento de la compra, para que cuando suceda vayamos a su taller.

Estas valoraciones son poco tenidas en cuenta en la Euro NCAP. LA SEGURIDAD VIAL LA CONSTRUIMOS TODOS, empezando por los fabricantes. Si se invierten esfuerzos y dinero en investigaciones de otro tipo, no existiría mucha dificultad para que pudiera mantenerse siempre disponible el cambio de lámparas por el usuario, sin necesidad de intermediarios, ni tener que desmontar piezas del motor, batería, e incluso paragolpes. Han de ser mecanismos más simples, y con mayor accesibilidad, para que sea el usuario el que pueda hacerlo con autonomía.

La forma en la que se nos impone cambiar las lámparas, es un contrasentido por su complicación, porque obra en contra de una seguridad activa inmediata y eficaz. Hay que hacer las cosas más sencillas, y no dejar la labor de concienciación a los talleres o concesionarios, sino al propio conductor o responsable del vehículo. Con el hecho de ir a un taller, demoramos la decisión porque implica mayor coste, que queramos o no, siempre se tiene en cuenta.

En los mismos términos, la utilización de los faros de xenón, cuya vida útil es paralela a la del vehículo (¿?), tiene un coste y riesgo de manipulación elevado, que hace que indiscutiblemente se opte por ir al taller. Pero la incidencia de este tipo de faros en el mercado todavía es muy escasa, y en vehículos de gama media-alta. La mayor parte de usuarios, utilizamos lámparas halógenas, que tanto beneficio aportan a la seguridad vial.

Normalmente atendemos a un concepto de seguridad vial centrado en la seguridad que aporta el habitáculo, u otros sitemas que en circulación, afectan a la estabilidad y control. Es muy importante, por supuesto. Pero no nos olvidemos que muchos de los fallecimientos en nuestras vías se producen de noche, incluidos atropellos, cuando el factor visibilidad es esencial, y en la misma medida también lo es su mantenimiento. Cuanto más se dificulte y más comprometido esté, más comprometida será la seguridad vial en ese momento crítico en el que se echaría en falta el hecho de haber podido cambiar la lámpara que se fundió.

Debería iniciarse una propuesta colectiva que recupere la facilidad para cambiar una lámpara fundida, obligando a los constructores a ser los primeros garantes de la seguridad derivada de la iluminación. La repercusión de su interés en remitir todo al taller o concesionario, excluye al conductor como promotor de su propia concienciación y obligación de vigilar las condiciones de seguridad que aporta su vehículo, por iniciativa y acción propia, con un coste reducido.

Hemos dejado de ser sancionados por no llevar repuesto para nuestras lámparas fundidas... pero perdemos en calidad de seguridad activa por tener que estar pendientes del taller, cuando una actividad simple se ha convertido en un muro inexpugnable e insensible con los usuarios.



1 comentario:

Seguriño dijo...

También la iluminación de la vía, tanto la convencional como la "inteligente" es primordial para la seguridad activa. En esta web hablan un poco del tema: http://www.ledsenergia.com/es/blog/item/64-iluminacion-led-para-aumentar-la-seguridad-vial-en-carreteras.html